martes, 7 de julio de 2020

El gol que no grité

Sí, hubo goles que me dolieron gritar, cómo que no. Que sí, te digo.
Te lo voy a contar como se me viene a la cabeza, quizás me entiendas.
El partido iba 3 a 3 y, si bien fue en agosto, el calor era inaguantable. Recuerdo haber escuchado un comentario que vino de unos escalones debajo mío, algo sobre un record: “la temperatura más alta en agosto en no sé cuánto tiempo”, dijeron. En la popular de River eso se nota mucho más, el calor pega justo en el cemento y sube hasta tu sien, pero como uno no tiene mucha noción de los riesgos le chupa un huevo, y salta y canta todo el partido. 
Es más, el partido lo pusieron tipo 2 de la tarde o 3, no mucho más. Ahora que lo pienso seguro era el veranito previo a la tormenta de Santa Rosa. Yonosé si habrá una explicación racional para todo esto, pero la posta es que para esta época siempre viene un calor inaguantable que es apagado por un diluvio de unos días. Cosa e’ mandinga, dirían los viejos.
Ya sé, dirás "cómo mierda te va a meter tres goles Chacarita recién ascendido", ¿no? En el monumental encima. Y claro, yo te cuento esto y a vos no te entra en la cabeza…Pero más bien, porque creciste con las copas de Gallardo y los partidos contra Boca, pero pibe en esa época era cosa normal, nos hacían de a 3 para arriba, sea Tigre, Estudiantes, Lanus o cualquier equipo de mierda.
Igual paremos el carro, te pongo en contexto, porque tampoco es que Chaca no tenía nada. Arriba tenían al Chavo Alustiza, que después jugó un montón de años en México y a Facundo Parra, el que después ganó la Sudamericana con el Rojo, de 5 jugaba Vismara que después ganó Copa Argentina con Huracán y creo que hasta metió final de la Sudaca también, los centrales, Echeverria y Lisandro Lopez, después jugaron en Boca, en cuanto al técnico era el Ruso Zielinski, la puta madre.
Vos sabes bien que desde chico simpatizo por Chacarita. Te digo más, el torneo anterior lo había seguido en el ascenso a primera, en cancha de Ferro y de Argentinos, íbamos con mi hermana y mi cuñado siempre que podíamos, así que además de simpatizar por la institución, tenía simpatía por aquel plantel en particular.
Por el lado de River los lideres eran Ortega, ya con 35 y Gallardo con 33 (y muchísimas lesiones a cuestas), dos ídolos del club conviviendo con los peores nombres de su historia.
Al partido pudimos empatarlo después de ir 3 a 2 abajo y a esa altura ya me sentía hecho, no por el poco valorable punto de local, no nene. Me sentía hecho porque el empate significaba un poco una victoria compartida con mi hermana, que ese partido lo miraba desde la popular visitante (todavía había hinchas de ambas parcialidades).
Es decir, a 100 metros míos en línea recta, en la Centenario alta, la tribuna que da a Figueroa Alcorta, estaba ella con mi cuñado. Me la imaginaba mordiéndose el labio de los nervios, cantando con su hinchada, habiendo gritado los goles de Chaca pero también habiendo sentido algo reparador en el gol de River, o capaz no queseyo. Nunca se lo pregunté, a decir verdad. Pero sí imagino que también se iba hecha con el empate y que cuando esa tarde nos cruzáramos en el comedor de casa, fuéramos pares nuevamente.
Pero viste como es…en los cálculos no se contemplan a los genios, a esos a los que le chupa un huevo el romanticismo del que te estoy hablando, y uno de ellos fue Ariel Ortega, apagado y todo, con pocas y malas intervenciones en el partido, y ya en el apogeo de su gran carrera.
El partido terminaba, la cabeza se me partía en 2 por el sol que en la Sivori Alta caía con sus rayos como una espada, la casaca de River en mi mano derecha agitándola, mis amigos a pocos metros. El reloj del árbitro marcaba los 41 minutos, momento en que partió un pelotazo largo desde atrás de la mitad de cancha, de esos que se tiran cuando la suerte ya está echada, a ver qué pasa, el clásico “tomá y arréglate”: y Ortega se arregló.
Ariel arrancó en la línea del ultimo defensor, que quedó enganchado, pidiendo un offside que no fue. La pelota le cae justo delante y, en lugar de picar y avanzar, un efecto raro la hizo rebotar hacia arriba quedándole algo encima al Burrito, que tuvo que frenar su marcha y esperar que la bocha le bajara. Quizás él ya sabía qué hacer desde que partió el pase, siempre me pregunté en qué momento piensan todas las posibilidades y eligen la mejor carta de su baraja, en qué momento deciden cómo resolver alguna ocasión del partido, pero por algo son genios: tres segundos después que la pelota partió en su viaje aéreo desde la mitad de cancha, solo tres segundos digo, fue que picó delante de él, y como te contaba tuvo que aminorar la marcha. Quizás en los años noventa la hubiera bajado y en velocidad se acercaba al arquero para después definir, pero en el final de su carrera la velocidad no era la misma. Entonces ocurrió la magia: antes que la bocha diera su segundo pique, Ariel la toca de cara interna por arriba del arquero, muy por arriba de Tauber, el arquero de Chacarita, el cual termino dentro del arco al igual que ella, después de esa parábola interminable hacia el fondo de la red.
Esta genialidad yo la vi en el otro arco y viste como es, no se ve una mierda. De igual forma la tribuna se descontroló al instante, mis amigos me abrazaban, por allá abajo una avalancha, en otro sector ya se empezaba con el espontaneo Orteeeeeeeeeeeega Orteeeeeeeeega que se replicó en el resto del estadio, a mi alrededor todo era delirio aunque mi cabeza y mi corazón iban en otra sintonía. Por un lado, quería sonreír, abrazarme, saltar, cantar, pero mi corazón alquiló los ojos de mi hermana, desde la tribuna visitante, la misma del arco vencido, puteando al aire, viendo el festejo de los jugadores de River frente a sus narices y con la bronca de que haya faltado tan poquito.
No pude gritarlo, no me salió y no me arrepiento. El amor, a veces, es contradictorio.


Némesis


La muerte del Gigante Murió el monstruo que vivía tras la montaña y es noticia en todo el pueblo, que está convulsionado y el terror al futuro es más grande al que los acechaba cuando el gigante estaba con vida. Cuenta la historia que aquel gigante fue encontrado de niño por un anciano en una de las tantísimas cuevas del extenso territorio de La Protegida, el pueblo que fue preso del terror por aquella época. A pesar que sus primeros años fueron como los de cualquier niño, terminando la infancia su crecimiento fue a una velocidad ridícula, sin pausas y sin precedentes de algo así en la historia. Poco menos de 10 años después de que fuera encontrado, a este gran monstruo lo vieron enterrando a su padre adoptivo, el anciano Jovier, y los rumores que el viejo fue asesinado no tardaron en propagarse. Los pocos pero antiguos pobladores de La Protegida y sus alrededores buscaron refugio tras la montaña, ante el peligro o el miedo hacia el gigante, en una región más bien seca, pedregosa, sin acceso al arroyo y que bautizaron como La Sombra del Gigante. Como era de imaginar, a La Sombra del Gigante le llevó tiempo ser la región provechosa en la que se convirtió, tuvo que crear caminos alternativos, comerciar con nuevos pueblos, instrumentar mecanismos de riego sofisticados para aprovechar la escasa agua que se podía recoger de la lluvia, construir sus casas con nuevos materiales, esta vez más resistentes a los vientos que azotaban al lugar. Fueron años de escasez, pero de trabajo. Años en que la meta se veía lejísimos, pero igual se iba hacia adelante, con el miedo como único motor. De hecho, las nuevas generaciones, que crecieron con esta filosofía, ni siquiera habían visto vez alguna al gigante, ni habían llegado a vivir en La Protegida, el pueblo de sus antepasados, pero les alcanzaba con saberse en peligro, para proyectar soluciones. La Sombra del Gigante se convirtió, tiempo después, en el modelo de progreso al que sus vecinos miraban y admiraban, en todo el país se hablaba del monstruo y de sus vecinos de La Sombra. Pero ¿qué iban a hacer ahora sin su miedo al que vencer? Ahora que el gigante había muerto ¿Se atreverían a cruzar la montaña nuevamente?

Sin su motor, ¿podrían seguir siendo el pueblo modelo? ¡Si hasta su nombre tenía que ver con él! Murió el monstruo que vivía tras la montaña (y un pueblo lo llora)


sábado, 16 de mayo de 2020

 Star again Se escapan las virtudes de este duelo Cuando llorar está de más y vos echás de menos No se trata e’ agonizar, estirar este lamento Si en la muerte material nace un espíritu nuevo Ya no sé qué es lo real o que mierda es un juego Y ponerte en mi lugar no te hace sentir el fuego Lo podrás ver arder quizás, pero yo soy quien me quemo Que no digas que no y quieras volver luego Porque entre tanto encanto…seguro que me muevo (un-dos) en busca de algún cielo (un-dos) o ranchando en el infierno (un-dos) pero seguro que me muevo Son las vueltas de la vida, cuesta abajo cuesta arriba Encima cambian las reglas cuando creía que entendía Y me miran siluetas desde una esquina (sombrías) Sombrías, son mis (propios) miedos quemando mis retinas Pero (igual) elijo encerrarme con ellos en un cuarto Es un medio prolijo pa’ acostumbrarme a su espanto Y me entero que el hijo de mil putas está ganando Estoy listo pa enfrentarlos, mano a mano con mi psyco No voy a decir que no, terminé cagado a palos Me llevé un par de saques y me duele acá al costado Pero verlos cara a cara sin disfraces es como Entender que del 100, 60 es agua y el resto miedo somos. No queda otra que amigarse, combatirlo o resignarse Si les diste de comer tantos años y se hicieron grandes Hacete cargo de lo que alimentaste

lunes, 13 de abril de 2020

MI PRIMER CUENTO


*Quién sabe si la cuenta regresiva empezó

Al gatillarte en esa foto cualquiera



Era domingo, se despertó por el insistente ruido de su perro rascando la puerta de la habitación, como cada día, a las 8am (los animales no entienden de días laborables o no)
Ni bien pudo despegar sus ojos y volver a este mundo, supo que había tenido un sueño raro y trasladó esa sensación incómoda a su realidad de ojos abiertos, era un día distinto.
-Puta madre, hoy tengo que reponer la garrafa- pensó, mientras ponía agua para el mate ya sin poder dormirse.
Su perro meo y cagó (El orden, en este caso, es preciso) y él se colgó por varios segundos mirándolo por la ventana. Su hipnosis terminó y el chasquido despertador fue la pava silbadora, avisándole que esos mates, irremediablemente, le saldrían lavados.
Una vez sentado se dispuso a prender la tele, quizás encontraba un partido de la Premier para maquillar su soledad. Al fijar los ojos en la pantalla, redescubre un portatetrato que hace tiempo estaba ahí, en la misma mesa. Se fue acercando despacio, en silencio, como quien quiere atrapar una paloma con sus manos, quizás por temor a modificar la escena que veía, y ahi estaban ellos en la última foto que se sacaron: el gordo, Juampi, la China y él, Matías. Se queda contemplandola en sus manos y, sin soltarla, fue en búsqueda de su celular.
Efectivamente comprobó lo que ya su mente trataba de advertirle: hoy, 28 de marzo, hacía un año de lo de la China, de su desaparición.
La China fue la última de su grupo de amigos a la que se la tragó la tierra en cuestión de una semana ¡Una semana y sus amigxs ya no estaban! Nadie sabía nada de ellos y en el canal zonal no se hablaba de otra cosa.
Matías ese tiempo lo vivió con algo de culpa por ser el único de la foto que corrió con mejor suerte.
Finalmente encendió la TV y, luego de un zapping de ida y vuelta sin ganas, optó por poner música que fuera banda de sonido de sus pensamientos: -¿Por qué ellos?, ¿Quién o quiénes fueron?- Matías se hacía estas preguntas buscando algún punto fijo en el que concentrarse, se iba enredando en sus hipótesis y metiéndose cada segundo más y más en sus recuerdos:

La semana previa a la primera desaparición fue como todas, durante los días laborables su grupo de amigxs no se juntaba en su totalidad, sobre todo porque la China volvía al pueblo sólo los fines de semana, luego de sus cursadas en la Universidad de la capital. Llegado el sabado, aprovechando que el sol no quemaba, agarraron sus bicicletas sin destino premeditado.
Dieron varias vueltas por las afueras del pueblo, sin demasiados sobresaltos ni hechos interesantes, más cerca del aburrimiento que del éxtasis de futuras anécdotas, hasta que detrás de la posta del ejército, pasando el cementerio, llamó su atención una construcción moderna, que desentonaba por su arquitectura y que quedaba cercada por un muro de pinos.
En los últimos diez años fueron naturalizando el crecimiento inmobiliario en las adyacencias de la zona urbana, generalmente se trataba de nuevos ricos que elegían la zona para montar su casa de fin de semana, quizás por lo barato del m2 en ese lugar y la vista periférica hacia las sierras.
Presos de curiosidad (Y por iniciativa del gordo) se acercaron al lugar lo más que pudieron, lo suficiente para que la vista se cuele entre los pinos y saciaran su sed de mirar. La primera impresión que tuvieron fue que esa edificación era tan grande como desproporcionada para ser una casa de familia, al menos como a las que estaban acostumbrados, además les pareció una abominación que no tuviera una pileta (¿a quién se le ocurría hacer tremenda construcción y no gastar unos pesos más en una buena piscina?)
(Él) Matías, por su parte, en aquellos últimos minutos que estuvo en ese lugar reparó en dos cosas: por un lado en la excesiva cantidad de carteles con indicaciones, tanto en paredes como montados sobre postes y que, aunque no pudo descifrar qué decían, creía que estaban en otro idioma; y, por el otro, en un ventanal ubicado en el ala derecha, tras el cual pudo ver (O creyó hacerlo) aproximadamente 4 pares de gemelos idénticos, sentados frente a un proyector al que miraban con mucha atención.

Esas dos imágenes quedaron congeladas en su retina y recién comenzaban a derretirse en este 28 de marzo, tomando mates en su casa, uniendo hechos.

Recordó además que un parpadeo después, la escena que vio fue totalmente distinta: un disparo ahuyentó a unos pájaros que se empalagaban con la resaca de unos pastos recién cultivados, un uniformado sostenía un arma larga apuntando al cielo y las sirenas del destacamento militar comenzando a sonar. Sin entender demasiado lo que sucedía -y hasta tomándolo como una travesura- cada uno se montó a su bici y emprendieron el regreso a una velocidad exagerada hacia la plaza del centro, que usaban como punto de encuentro.
Durante lo que restaba de tarde tejieron algunas hipótesis acerca del misterioso lugar, las cuales oscilaron desde una escuela para los nuevos habitantes de las afueras del pueblo hasta una casa comunitaria para que nuevos ricos fantaseasen con una pseudo aventura hippie. De todas formas, no le dieron mucha más relevancia al tema, de hecho las armas eran habituales en la zona debido a la caza deportiva y, usualmente, los campechanos eran muy celosos del respeto por la propiedad privada.
A poco menos de una hora del escape, habiendo recuperado ya el aliento, le pidieron a una pareja que pasaba que por favor les tomará una foto, la cual la China se encargó de enviarla inmediatamente al grupo de whatsapp, y se despidieron para ahora sí regresar a sus casas. - Nos vemos el finde.- dijo Juampi yéndose, y agregó: -Y vos gordo llevate unas facturas mañana, no seas rata.- refiriéndose a su amigo y, también, compañero de trabajo.
Ese lunes el gordo nunca llegó al laburo, el miércoles quien no llegó fue Juampi, y en tanto a la China, lo último que se supo fue que el sábado de esa semana viajó desde la capital hacia el pueblo, como normalmente lo hacía.

Matías revivió los hechos en su mente con angustia, pero decidió volver al lugar. Tenía que haber una forma de entrar y quizás allí encontraría una explicación acerca de la desaparición de sus amigxs, o bien la certeza que lo que sucedió esa tarde en ese lugar no tuvo nada que ver con ello.
Tomó su celular, su billetera, acarició a su perro que se ilusionó con salir a pasear y se fue en bicicleta al misterioso edificio. La bici la dejo atada a unos 200 metros que hizo caminando, analizó el lugar unos minutos y decidió que lo mejor era ingresar por la entrada principal y averiguar formalmente. El movimiento era nulo y temió que por ser domingo no hubiera nadie allí. Sin más, ingresó por el portón que daba a la ruta, que se encontraba llamativamente abierto, pocos pasos de camino delimitado por piedras laja lo separaban de ingresar al primer cuarto, desde su lugar veía las luces apagadas y era lo correcto para esa hora del mediodía. Pudo comprobar que los carteles que habían llamado su atencion aquel día tenían indicaciones en alemán y una pequeña traducción al inglés. Al cruzar la puerta de ingreso y adentrarse en el cuarto, observó las fotos de sus amigos desaparecidos, con la última vestimenta que usaron y con sus caras repletas de sorpresa y miedo en igual dosis. Detrás suyo escuchó una puerta abriéndose, dejando una leve estela de sonido, como un pequeño llanto agudo y a continuación un chistido.
Sus piernas paralizadas por el terror lo indujeron a sólo girar, muy lentamente, su cuello; al segundo siguiente hace contacto visual con un rostro familiar, no pudiendo creer lo que veía, e inmediatamente descubre, en el disparo de esa cámara de fotos, que su vida había terminado.

miércoles, 25 de marzo de 2020

Buen día, nos conocemos ?

No te escuche hablar, quizás nunca lo haga. No sé de tus ideas, ni de tus ilusiones, de tus risas Y, por supuesto, tampoco sé de tus lágrimas.
No sé -ni me importa saberlo- de dónde venís ni a dónde vas.
Todo lo que desconozco de vos, es lo que desconocen de mi, aunque nunca nadie se lo pregunte.
En este momento, si pensas ¿En qué lo haces? ¿Cuál fue tu último sueño?; ¿Y el último miedo al que venciste?; ¿generas experiencias imborrables todos los días?; ¿Alguna vez intentaste que el dolor ajeno no pasara por al lado tuyo sin tocarte?;  ¿Alguna vez sentiste ese fuerte impulso de volar?; ¿de sacarte de a una las cadenas y atarte sólo al viento?; ¿Alguna vez te volviste a enamorar de algún rostro que ya olvidaste en algún colectivo que te llevaba a algún lugar?

¿Alguna vez le pusiste nombre a un hijo que no tuviste y quizás nunca tengas?; ¿se marchitó alguna flor en tus manos, algún amigo, un hermano o flores de otro jardín?; ¿encontras tesoros donde sólo veías rutina?

¿Cuándo fue la última vez que disfrutaste de la lluvia sobre tu piel?; ¿estas sufriendo por amor o disfrutando de él?; al cerrar los ojos ¿tuviste miedo de no despertar?

Por un segundo, quizás atravesado por el dolor ¿despreciaste una vida ajena?; ¿perdiste el tiempo odiando?; ¿Lo detuviste amando?

¿Cuánto crees conocerme?
¿Cuánto crees conocerte?
Si ante estas preguntas te ganó el silencio

miércoles, 22 de enero de 2020

Muerte, el exilio de las palabras

Que cosa espantosa la muerte
Cuando no es la tuya
Apaga de repente los sueños
Y hasta el miedo que nos mantiene vivos

Espanta a los que quedamos
Viviendo la muerte de otros
Mientras un corazón ya no late
Y otros tantos se van quedando sin cuerda

Rodea de muerte al silencio
Y el silencio se te mete en los huesos
Las palabras convocan al exilio
Más por sentirse inútiles que por conviccion

Flota en el aire olor a poco
A secretos en la punta de la lengua
A maceta que espera ser regada
A truenos que ya no tienen su abrazo que complementa

Todo lo edificado tambalea
El porvenir se vuelve pantanoso
El tributo que rendimos a sus memorias
Es territorio hostil para los exigentes 

Mientras tanto el aire sigue yendo de sur a norte
Los guiños se turnan en los autos y en los bares
Los semáforos no pierden la puntualidad
Y las risas siguen llegando tarde

Transitar el clímax del ocaso se vuelve oscuro 
Intensidad que no soporta recreos
Ni coronas marchitas ni abrazo sin alma
La memoria se reconoce tormenta

Y truena
Y llueve
Y lava las lágrimas
Y queda la cara húmeda 

martes, 7 de enero de 2020

El cielo de Amaicha

Una vez vimos las estrellas de Amaicha, las vimos y quemaban en la retina y congelaban en las manos y eran frías y brillantes y hacíamos silencio para ver mejor, hasta que en un momento hablaste y yo cerré los ojos para escuchar, como ahora lo hago. Tu voz aparece y las estrellas se van, despacito, escapándose por los canales del recuerdo, aquella vez interrumpiste el silencio para decir que no querías envejecer. Entendí con eso, quizás erradamente, que te querías quedar para siempre en ese momento, conmigo, compartiéndolo callados y tal vez de la mano, compartiéndonos el cielo de Amaicha y sus estrellas, que quemaban en la retina y congelaban las manos, que se abrazaban entre ellas y las brasas eran yemas.
Cada vez que recuerdo pierdo la noción del tiempo, no distingo bien si fue ayer o hace mucho tiempo, a veces sospecho que ese día es mañana, por eso todavía te espero acá en Amaicha, regando unas plantas que no te gustan, porque no te gustan las plantas, pero yo te las quiero compartir, o haciendo un guiso en una cocina compartida, ya sin vergüenza porque ahora sé hacerlos sin ayuda, el guiso en un plato
se te enfría y a mí también, pero los dos platos descansan sobre el mantel que acabo de poner. A veces cansado de picar los culitos del pan, agarro un libro y me voy a tirar a la plaza, un poco leo y otro poco pienso, miro a mi alrededor a ver si distingo tu pelo largo o tu risa inconfundible, paso por la terminal que es una calle sin siquiera refugio. Te confieso que más de una vez hice trampa y, mientras la comida esperaba por nosotros y el vino no se descorchaba, me compraba un tamal o una empanada o los dos, para matar el hambre de estos meses esperándote y ni siquiera se porqué espero, porque vos no te quedaste anclada en este tiempo que no corre, vos encendiste tus alas y entendiste tu alma, volas y te conoces, te querés, pero lejos de acá. Los cóndores vuelan solos y vos sos un cóndor, aunque los diableros dicen que el hechizo no sea para siempre. Quizás un día sólo quieras volar en avión hacia cualquier lugar, y saques dos pasajes y me invites a volar con Vos, te juro que no voy a preguntar a dónde vamos y realmente no me interesa, así dure un día o sea sólo el espejismo de mis ojos mirando el cielo de Amaicha, pidiéndole un deseo a esa estrella fugaz que va y viene con ganas de concedermelo, aunque no sea más que en mi mente

lunes, 16 de diciembre de 2019

Justo antes de extrañarte

Antes de extrañarte, me invadió un sentimiento distinto, pariente del amor que te profeso, y es la necesidad de que sonrías espontáneamente cada vez más; que sientas la liviandad de una cabeza que vive sin estar ocupada la mayor parte del tiempo, hasta cuando cierra los ojos y empieza a laburar el inconsciente; la facilidad de prender un pucho y entablar conversaciones sin sentido, charlas superficiales y no esta pesadez de tener que hablar en serio la mayor parte del tiempo, para desovillar ese montón de hilo.
Cuando me refiero a esas sonrisas espontaneas te ofrezco una prueba, para que la hagas cuando tengas tiempo, y es que revises las ultimas fotos que te mandaron en las que salís de fondo, con algo de gente alrededor pero sin que seas el objetivo principal de ese lente. ¿Listo? ¿Te ves? Estas ahí al fondo, hablando con alguien o simplemente escuchando una conversación que te excluye pero igual le prestas atención, y reías. Reías porque si y esa risa era hermosa, porque se te iluminaban los ojos y todo a su alrededor. Las fotos inmortalizan momentos, instantes ¿Podes creer que cada segundo es un instante distinto que se pierde de ser fotografiado? Ojala tuviera la foto de esas carcajadas en la cama, la de tu cara cuando viste esa familia de carpinchos o esa en la búsqueda de que alguno de ellos se sumerja en el río o aquella cara cuando te pones nerviosa y mordes tu lengua o cuando te subiste a una bici una noche y agarrabas velocidad con ella!
Estos días, que no fueron tantos (perdón… que no son tantos) y que no sé cuántos serán, me mantuvieron atento y a su vez manteniendo cierta distancia. Por ejemplo, volviendo al tema de la bici, que justamente lo tengo a mano ¿Viste cuando un adulto enseña a andar en bici a un nene? Sin rueditas, obvio. Lo agarra, le da el primer envión pero lo suelta, que tambalee un poco, se mantiene a pocos metros pero intentando que pueda solo, viendo como tambalea  después de cada pedaleada, y si el niño está a punto de caerse, el adulto lo ataja, no permitiría una rodilla raspada.
Me siento así, ojala aprendas, ojala puedas manejarte sola, ojalas llegues lejos… pero yo quiero estar ahí, cerca, para que no te golpees mientras aprendes. Cuando sienta la seguridad que a la segunda pedaleada le siguió una tercera y una cuarta, ahí me doy media vuelta y dejo que elijas la dirección a seguir.
Antes de extrañarte, me invadió un sentimiento distinto y es la necesidad de que sonrías espontáneamente cada vez más, decía
Pero hoy más desde la ilusión que desde la certeza, te siento bien, un poco mejor parada, y por eso es que, por primera vez, me permito el sentimiento de extrañarte. Hoy, sí, por primera vez en estos pocos días, te extrañé con una fuerza me hizo temblar un poco, y sonreír y también humedecer los ojos. Pero si reí, entre una cosa y otra, es porque todo esto valió la pena.

jueves, 21 de noviembre de 2019

Cuál es la palabra mágica que destrabe el nudo que tengo en la garganta ?
Qué carajo tengo que gritar para largar estas lágrimas que ya no se como contener?

No se como pero necesito un gesto.
Necesito desbloquearme, arrancar para algún lado. Dejar de pensar en nada y entregarme por fin al río.

Necesito ese cachetazo despertador
Ese faso que te hace reír ¿hace cuánto no me río acompañando la mueca con la mirada?

Estoy detonado y con eso quiero decir que mis cimientos volaron a la mierda, estoy juntando los pedacitos de a uno, algunos no los encuentro, pero voy a poder !

martes, 19 de noviembre de 2019

Lo peor de nuestra piel

Lo peor de nuestra piel es que no nos deja huir
Sí, lo peor. Hoy me tiré a la sombra y me abrazó una brisa típica de verano, mire el cielo y la copa de los árboles tambaleaban: todo era perfecto.
Pero entre ese placer que se transmitía por mis sentidos se veía obstaculizado por una cabeza aturdida, llena de información y de cosas irresueltas. No pude ni supe disfrutar lo que mi cuerpo sentía por ese malestar con mi mente. Hoy renegué de esa fusión cuerpo/mente de la que muchas veces me sentí orgulloso

¿Por qué mierda no se va por ahi y me deja disfrutar de esta birra helada ?

miércoles, 13 de noviembre de 2019

Soledad y caminos

  Está anocheciendo, fue un día igual a los demás, pero la noche lo aguarda misteriosa. Por ahora, el cielo se empaña rojizo y él lo contemplaba preciso pero distante, atento pero pensativo, inmutable pero ansioso. A sus pies yace un río que supo tener temporadas peores, que apenas traían agua y unas cuantas ramas muertas, de las últimas crecidas. Al viento o brisa no pudo distinguirlo, porque mientras todo eso sucedía él ocupaba su mente en otras cosas. No estaba ahí, en el ahora, en lo que sentía su cuerpo, sino en los diversos caminos que se abrían frente a él. Mirando hacia delante descubría a su izquierda un camino pantanoso, en el que un perro duerme y mueve la oreja cada tanto, espantando alguna mosca, a puro reflejo. Hacia la misma dirección, pero a su derecha el camino estaba un poco más delimitado, evidentemente era el que usaban para ir y venir usualmente los viajeros, los trabajadores, los niños; el piso parecía más firme y unos ladrillos lo convertían en casi asfáltico. Al frente suyo, justo al frente, no había ningún camino visible, solo árboles y arbustos que se repartían desordenados por el terreno, detrás de ellos la noche comenzaba a caer: oscuridad, ruido de algún animal al que los ojos eran ciegos, alguna luz prendida apenas distinguible, quizás de una casa. Los minutos pasaban y en un acto impulsivo, atina a descalzarse y mojar sus pies en el agua turbia, primero sintió frío, luego un poco de asco, más tarde miedo. No era miedo a algún animal o insecto, ni miedo a lastimarse con alguna piedra filosa o botella rota, era un miedo que lo secuestraba por completo, que le generaba cosquillas en la panza y ardor en la mente, era un miedo que se enterraba en la arena junto a sus pies, un miedo que balbuceaba algo a su oído, de esos que te dicen ¡Corréee!, como en los sueños, pero vos no podes hacerlo.
La noche por fin llenó de sombras su cuerpo, la luna no aparecía y los grillos hacían un concierto escondidos entre las rocas, pensaba que fue una mala decisión combinar soledad con dudas. Se adentró en el río, un paso más para sentir la correntada a la altura de sus rodillas: el miedo se iba alejando con cada oleaje y su valentía lo empujo un paso más y otro más, el agua comenzaba a cubrirle el cuerpo, su pecho estaba totalmente atrapado en el río, intentaba hacer pie, realizar pequeños saltos que le permitieran escalar a la comodidad del oxigeno: es entonces cuando descubre el cuarto camino. El último camino se presentó deseable y calmo debajo de él, un paso adelante y varios debajo.
Hundió su cuerpo para siempre en el corazón del río, sintió como la mente le pedía que diera manotazos agarrándose de algo de alla afuera, que se sostenga de la rutina y de la seguridad de que el futuro existe, de la melancolía o del cansancio de un hogar apagado, la mente le pedía que libre una última batalla, pero a la vez sabía que no había nada con la fortaleza que le permitiera salir. Dejó de pelear, se enamoró de la sensación de su cuerpo convirtiéndose en alma, de sus ojos cerrados y su piel fría. Quizás ese camino sea el único que le permita empezar de nuevo, quizás cuando deje de anochecer también amanezcan nuevas pasiones

viernes, 18 de octubre de 2019

Eclipsado

La luna tiene un lado que nunca vemos. Mientras vemos la belleza de su lado iluminado, del otro la misma belleza descansa en el apagado silencio de lo desconocido: si no me ves, no existo. ¿hay un lado más bello que el otro? ¿Habrán jugado un piedra, papel o tijera para ver qué rol le tocaba a cada uno? Yo, en caso de ganar ese duelo, hubiera elegido el lado oscuro, probablemente Además, sólo hay lugar para que uno de los dos brille... en mi caso prefiero la oscuridad (porque cuando llega el luto, el color negro pasa más desapercibido)

Laberinto

 El acto es el de siempre, uno se prepara el mate y está todo bien hasta que le pones edulcorante y alguien te mira mal, porque tiene calle y automáticamente te convertis en careta, otro te dice guacho eso es re cancerígeno mientras le saca el último resto de humo a ese cigarro. No les das bola, le cebas uno y se lo das. Ellos siempre aceptan, fue. Charlás giladas, te haces el interesante, tiras alguna palabra difícil o un "una vez lei un libro que..." Y ahí mandas una frase a gusto, aunque no te acordás si realmente era un libro o una imagen en Facebook con la cara de John Lennon/Bob Marley/Pepe Mujica. Afuera llueve desde que me acuerdo, parece mentira pero estando adentro veo todo en escala de grises, se ve que el interior empatiza con el exterior y es una paja que así sea, porque cuando afuera hay un sol hermoso, de los de antes, por más que adentro todo gane más color, te querés matar por estar encerrado. Y después de todo sabes que no hay escapatoria de ningun lado, que por más que camines y camines y creas abrir puertas, los que te ven de arriba se cagan de risa como te encerras más y más en este laberinto. Lo piola es que mientras caminaba me encontré 50 pesos, me crucé unos pintas y nos tomamos un vino y hasta le canté el rabón con un rey cuando se armó el truquito ¿No estaba tan mal caminar no? Ya no me gasto en escapar, pateo y descanso, paso por los mismos lugares y a veces encuentro cosas diferentes, a veces lo que creo que es una tuca es el cadáver de un tabaco armado, horrible ¡Seguro que es de los que me la agitaban por el chuker! Afuera sigue lloviendo y acá dentro no recuerdo un día de sol.

jueves, 5 de septiembre de 2019

Abrazo ahogado a un sinrostro

En el barro se sepultan sus tesoros, llegan a lo profundo del infierno mientras camina. Sabe que a su par se entierran también sus miedos, superados por la experiencia de tropiezos y valentías.
Pasa desapercibida en medio de manadas de pies que van para el norte y para el sur, se siente aturdida.
Los conductores se putean por inercia unos a otros, enfatizan su euforia con el ruido de las bocinas
¿Quién me mandó a meterme acá?
El pavimento sopla su calor, las veredas tienen el corazón ardiendo lava y los zapatos le aprietan. Está un poco perdida, no se anima a preguntarle a nadie hacia qué dirección se encuentra aquella diagonal y lamenta no haber cargado el celular antes de salir, consumió su batería en los 50 minutos que tuvo en el bondi, la mitad del tiempo parada y la mitad sentada. Se ríe al recordar que confundieron su abdomen con el de una embarazada y le cedieron el asiento, dudó un segundo en decirle que en realidad no lo estaba, pero desistió y tomo el lugar – un poco por las ganas de descansar las piernas y otro para evitarle la vergüenza al muchacho y a su buena intención-
La creencia popular, con valor casi científico, es que tanto un policía como un canillita te pueden orientar en las direcciones que buscás, ella se decidió por el canillita (no puede confiar en alguien a quien le pagan por ser honesto): busco Diagonal Tupamaro al 400.
- ¿Donde está el hogar infantil? Respondió en piloto automático el encargado del puesto de diarios y, sin esperar su respuesta, continuó: dale derecho por esta misma unas 4 cuadras…Mmm no a ver Liners, Mitre, Marcelo T de Alvear, Aramburu y después viene la diagonal Tupamaro. Son 5 cuadras, media cuadra a la derecha y lo vas a ver. Bah, es lo único que desentona con la zona.
Al llegar al lugar, acalorada por su apuro, da fe de lo que le dijo el canillita, el lugar parecía en sepia, era un contraste perfecto con los edificios vecinos, espejados y luminosos, por lo que lo identificó en un segundo. Al principio tuvo miedo, nervios, amagó el paso hacia atrás, en su cabeza se repitieron una y otra vez abrazos ahogados durante años, rostros que nunca vio, voces, juegos, canciones de cuna.
El primer paso fue acercarse al lugar, mucho tiempo buscó a su hermanito y el dato esta vez era certero, por eso viajó desde su provincia para alojarse en lo de una tía lejana, estaba tan cerca de reconocer su sangre en Mati, ese pibito del que la separaron cuando ella tenía apenas 9 años.
Suspira un paso hacia adelante, lento pero hacia adelante, sin convicción pero hacia adelante, luego el segundo; el tercero y cuarto fueron más rápido que los anteriores.
Golpea la puerta del hogar, luego encuentra el timbre y también lo toca. Espera en su vereda mientras se seca el sudor de las manos. Fueron unos pocos minutos pero en esos momentos el tiempo pasa lento –abrazos, rostros, voces, juegos, canciones, una y otra vez-, al fondo del pasillo se abre una puerta, de ella sale una silueta que luego toma forma de señora y se dirige hacia su dirección, llega al pórtico que la separa del lugar. La señora gira el picaporte y, sin soltarlo, abre la puerta en cuarto menguante, lo necesario como para permitirle asomar su cabeza sin permitir el ingreso de nadie.
¿Si? En que puedo ayudarla señorita, dice.
Hola, busco a Matias Ezequiel Fernandez, tiene 8 o 9 años, me dijeron que podía estar acá.
Matias, sí. Esta acá ¿Vos quien sos?
Soy la hermana, una de las hermanas, Soledad.
Si, Matias esta acá, repite. Está bien, pero no podes entrar...hoy es jueves y las visitas son los días miércoles- dijo, cerrando en ese mismo momento el pequeño espacio que en ese momento la conectaba con su hermano. El silencio absoluto le ganó al sentimiento de soledad que también sentía.
Hoy es jueves, se repetía, sin entender cómo una desconocida podía decidir cuándo ella podía ver a Matias.
Hoy es jueves y tiene que volver a lo de su tía, otra vez cabeza baja. Otra vez apilando abrazos ahogados, un rostro que sigue solo imaginando, una voz pronunciando su nombre, juegos que son excusas para que sus risas se conozcan, canciones de cuna que llegaron tarde.
Quizás las semana próxima le cueste un poco menos, ya conoce el camino y sus temores quedaron sepultados en el barro.


lunes, 17 de diciembre de 2018

Entrelazada al mar


El primer frío que sentí fue indescriptible, mi pie derecho entró al agua imitando el paso de una bailarina clasica y salió al instante, como un acto reflejo. El primer frescor fue superado y ya me animé a sepultar todo el pie sobre la arena, esperando que sea cubierto por una nueva marea de agua salada.
Tanto concentrarme en lo pequeño de mi existencia y de mis dramas, hizo que perdiera de foco el lugar donde estaba.
Levantar la cabeza hacia el horizonte me hizo sentir un grano más de arena lo cuál, debo reconocer, me dio un poco de miedo. De ese tipo de miedo que no se parece a un susto, es menos intenso pero dura un poco más. Te deja colgada, mirando pero sin ver, preguntándote absolutamente todo.
A mis 73 años no recuerdo sensaciones similares, nunca tuve mucho tiempo para pensar en mi como parte de algo más grande y reconocerme nada indispensable para que todo funcione.
Mi piel ya se hizo compañera del mar y empieza a gustarme el ida y vuelta de sus olas y las cosquillas cuando se acerca a los primeros dedos. Quiero remarcar esto último, las cosquillas me llegan antes que el agua helada me abrace. Es una especie de adrenalina y hormigueo en la panza, bah que se yo... me detengo en tonterías.

Besando el horizonte lo veo a Mateo, ganándole a la tempestad, saltando, riendo, escupiendo un poco de océano. Ay si tan sólo hubiera conocido esta parte del mundo a su edad, quizás me daba cuenta de mil secretos de la vida antes de llegar a vieja; pero a su vez lo veo a él, tan distraído, sin tener noción de donde está, abrazado a algo que ya conoce y naturaliza, creo que la respuesta es que no tiene mi edad. Tal vez si a los 13 conocía la playa y su infinitud, todo seguía igual...lo hubiera contemplado con los ojos de una niña.
Pero acá estoy, desgastando mi vida con cada ida y vuelta del oleaje, desojando los últimos segundos que me debe la vida e interpretando muy tarde el presente.
Cuando el reloj se detenga para mi, pero no para los demás, espero ser una parte importante de este paraíso: un recuerdo de vez en cuando, que dibuje risas y sonrisas, un poco de aire que sana, otro poco de consejos a seguir y, por último, esa adrenalina y hormigueo que te dice que estas en el lugar correcto.

miércoles, 6 de junio de 2018


Por qué duele tanto, un dolor tan parecido al vacío, a la tristeza a cuenta, pero tan distinto a dolores pasados. Puede que sea por lo evitable, porque no había necesidad de que el bolsillo delantero de tu camisa estuviera siempre lleno, y que palparas para rescatar un pucho, el vigésimo del día a las 4 de la tarde, y que lo fumaras en 2x4, lento pero no tanto , tranquilo pero sin deterte.  O tal vez el motivo sea el paso del tiempo, porque todos sabíamos que íbamos a entrar en tiempo de descuento, tarde o temprano, y que mi espejo y el tuyo nos dicen lo mismo. Porque no es de egoísta, pero yo también veo el paso del tiempo en tu vejez, el paso de mi tiempo.
O quizás el dolor sea por lo innovador, porque por más que fuerce mi memoria, no logró recordar si alguna vez anterior a este momento habías pedido ayuda, sin contar cuando de chico me pedías que te tuviera la escalera de madera, que te rascara lugares inalcanzables de la espalda o cuando me pedías que juegue simple ("toca y anda a buscar") Es decir, lo más cercano a pedir que estuviste era más por mi que por vos.
Y pienso que tal vez todo esto te haya vuelto más humano aún, te animas a pedir y recibir, que te pregunten, que te acompañen. Exactamente el mismo lugar que siempre ocupaste vos.
Nunca entendí cómo hiciste para que no se te escapara tanto dolor por debajo de tu camisa mal abrochada. Tal vez por eso elegís combinarla con un joggin desgastado, para ir más cómodo con tus penas.
Cuerpo encorvado, pero nunca con cabeza gacha. Bigote ancho para disimular tanta risa. Risa que no mezquinaste ni cuando lo obvio hubiera sido el silencio, lo normal hubiera sido sentarse en la vereda y gritar al cielo o encoger el cuerpo en busca de unos brazos.

Las mismas calles

Te acordás de esos pasillos angostos, como laberintos de hormigas? De barro con la lluvia y charcos de bolsa en las zapatillas?
Hoy son calles de asfalto

Te acordás de aquellos obreros ferroviarios,  Habitantes fugaces que una vez jubilados tuvieron que dejar los chalets?

Hoy sus bisnietos crecen en las veredas de las casas que ya son suyas para siempre

Recordas esos torneos de fútbol en la Canchita?

En ese espacio que era desierto hoy hay hogares

También se mantienen algunas cosas: el carnaval en verano, el día del niño en agosto, vecinos en las veredas compartiendo un mate, los juegos de los más chicos que hacen de la calle su parque de diversiones. La memoria colectiva que se niega a olvidar a los muller, los garibotti y los Carranza y al viejo Adolfo.

Un barrio que se transforma pero es el mismo que hace más de 40 años desea un jardín maternal: barrio obrero.

lunes, 4 de junio de 2018

Una historia real, aunque lo lamente.



•*.

El sábado entrecierra los ojos,
Va cayendo el sol
Solo sobreviven enojos
Viejas broncas, queda el rencor

El horizonte conserva su rojo
(y corre sangre por las venas del ocaso...)
El destino se maneja a su antojo
Maldita tarde que pega un volantazo.

La noche oscurece las miradas
La droga late cual bomba en el corazón
y aunque no explote, se rie a carcajadas
Ya mil fantasmas les gobiernan la razon

Un par de gritos anuncian la pelea
Como fue siempre, se amontonan para ver
Las ventanas se convierten en plateas
Guachos de mierda, jensédejoder

La adrelanila le gana al miedo
Se reprimen las ganas de correr
Se camuflan en las pilchas los fierros
Se maquillan las nubes, comienza a llover.

La pelea parece terminada
Pero un balazo al aire da pie
A una tormenta de agua y balas
Y a esa niña los truenos no le caen bien

Tapa sus oídos y se agacha.
Cierra sus ojos (quizás así no la pueden ver)
Por siempre niña, ya no más muchacha
Suave Brisa, dejando de correr

Un silbido se cuela por la ventana aun abierta
Maleducada señora que no golpea la puerta
La  niña tiembla, murmura que el dolor no es tan fuerte
Pero gotas color ocaso riegan su frente

¿Cómo se tira a la marchanta una vida?
Moneda en el aire que decide su suerte
¿Quién elije encontrar una bala perdida?
Sea cara o sea seca, finalmente será muerte

viernes, 13 de abril de 2018

Esta es una historia real, contada en primera persona, y que viene al caso en un contexto en el cual la sociedad busca un chivo expiatorio. Quizas les lleve cinco minutos leerla. La historia empieza hace 6 o 7 años, tal vez 10 y termina, casi sin darme cuenta, hace dos o tres años. El protagonista era Ramiro, un adolescente más, casaca de River, de vez en cuando alguna gorrita, por supuesto que negro y no más de 13 años. A Ramiro, es decir a mi, una vez, saliendo de jugar baby fútbol, lo para la policía y le pide su dni. En ese momento lo único que sabía era que el dni era aquello que mi vieja sacaba de algún cajón cuando me acompañaba al medico o eso que una vez por año tenía que presentar para que me ficharan en el club. Por primera vez me sentí peligroso. Y los demas, creo, se sintieron más seguros. La misma situación se dio muchas veces mas, pero ya lo había asumido como natural. Entonces a mis 13 o 14 años ya le saqué el polvo al documento y lo llevaba siempre conmigo, para demostrar que no era mal pibe, que mi apariencia de pibe chorro era sólo eso, una apariencia, un estereotipo construido por alguien y reproducido por todos.
El tiempo fue pasando, muchos se cruzaron de vereda, algún otro me acusó con el dedo por solo esperar a alguien en una esquina. Aprendí a convivir con eso y hasta terminé siendo yo el que se cruzaba de calle para no atemorizar a nadie.
Ya rozando los veinte, sin que me diera cuenta, la cosa cambió. Ya no me paraba la policía en la calle, y volviendo de la facultad o el trabajo la gente me veía más como un par que como un enemigo.
Hoy, ya con 23, me di cuenta que el problema no era que soy un negro, de barrio, que siempre le gustó tener la última camiseta del millo, sino que el problema era mi niñez y mi adolescencia. Es decir, no la adolescencia por sí sola. Sino en conjunto con las otras características. El enemigo que construyeron es ese, de barrio y adolescente. Negro y que viste deportivo. Yo en la calle no me sentía seguro pero agachaba la cabeza cuando me paraban para que los demás si lo sintieran (nunca fui egoísta).

Seguramente yo pude haber sido un pibito chorro, como tantos otros, pero mis viejos me dieron sueños y siempre recibí amor. Denle amor a la gente y sueños a los pibes y no van a hacer falta cárceles, por lo menos para los pobres (porque los ricos nunca van presos)

Hoy me asesinaron

¿Cómo? Si ayer le pedí a mi mamá que me contara un cuento hasta dormirme, en el cual el protagonista era un héroe inventado, llamado como yo.

¿Cómo? Si ayer use mi primer guardapolvo blanco y fui al colegio con una raya al medio perfecta.

¿Cómo? Si hace horas le pedí a mi hermano mayor que me defendiera porque unos chicos me cargaban.

¿Cómo? Si el otro día hice un gol jugando al baby fútbol y se lo dediqué a mi abuela, que está viejita y quizás no viva cuando yo llegue a primera.

¿Cómo? Si en los videojuegos, cuando la bala te pega, esperas un rato y volves a jugar.

¿Cómo? Si horas atrás me caí de la bici por probar sin rueditas.

¿Cómo? Si hasta hace unos 15 minutos le daba la mano a mi viejo para cruzar la calle.

Diganme cómo, si ayer a la noche lloré cuando me mandaron a bañar y no pude terminar ese fútbol tenis en la calle, cuando estábamos empatados.

Diganme cuándo, cómo, por qué, me condenaron a la oscuridad de una bala helada, sin segundas oportunidades de videojuegos?

¿Cuándo eligieron que sea niño para siempre? Con esos 11 años que no corren más en el calendario, 11 años que no avanzan más casilleros.

martes, 13 de marzo de 2018

Hay sistemas que separan, canciones que unen, hay dedos que señalan aunque a menudo se confunden. Hay caídas a mundos sin fondo y gritos que con la muerte se funden. Hay pavimentos cacheteados por la lluvia y árboles entregándose al viento.

domingo, 21 de enero de 2018

Vista aérea

La mente se detiene en la interseccion con el sueño, ahi es cuando vuela el alma y mira desde el cielo. Solo ve corazones frios, cabezas cerradas, relojes al cuello. Miradas vacias, vidas albinas y temblores de miedo. Nunca antes lo habia visto, piensa. Cómo me veran otras almas, pregunta. Ojala sea con reloj que no ahogue, con un corazon caliente, con colores en mi vida y miedo solo a la soledad.

viernes, 12 de enero de 2018

La noche comenzaba a posarse sobre el pavimento, adueñandose de su calor, helandole la piel. En laberintos que no se asumen como tal vagan cientos de viajeros, en huevos de metal. No encuentran la salida, aunque parezca que no hay encierro. Correa larga para satisfacer pequeñas libertades, de comida recalentada a medianoche, algun plan entre semana y un libro que nos abre los ojos hasta que decidimos cerrarlo. Si uno es tiempo libre, ¿el otro qué es?. Volamos solo en los sueños, se nos escapa el alma y sale a jugar, hasta que un grito la manda adentro y recuerda que también es cuerpo y sangre, Y que tiene sus limitaciones y como es cuerpo el paso del tiempo  la castiga. Vierten sobre ti contradicciones, pagas con tiempo de tu vida por el dinero que te promete confort.

viernes, 27 de octubre de 2017

Hazañas en Barrio Belgrano

-Tic- el tiempo corre un poco más rápido que -tac- las gotas que golpean el techo de zinc de casa. El silencio me perturba, prendo la TV. No la escucho pero está ahí. Pfff…me hirvió el agua, fué. Un toque de agua fría y me cebo los mates igual. No sobra el tiempo y, después de todo, lavados viajan igual. -La policía pudo dar con los malvivientes-. Mejor pongo música. ¿Qué día es hoy? Viernes. Vamos a levantar, lo esperé toda la semana. Ahí está, ahora si. Qué manera de empezar el día. Tactac tactac tactac Lástima la lluvia. Si tan sólo estuviera lindo y tuviera plata en el bolsillo la música serviría para algo, sin eso es no más que maquillar al monstruo. ¡Riiiiiing! ¡Correeeeo! - Hola qué tal? Firme aquí. Muchas gracias, buen día.
¿Qué más? Otra factura. ¿Cuándo es el segundo vencimiento? Joya, por ahí pego una changuita antes. ¿En qué estaba hasta que llegue este forro? Flashando. Debería ir a comprar para comer, me pongo la campera de Chaca y salgo a lo de la doña que seguro me fía un paquete de fideos, no lo hace por mi, lo hace por mi vieja. Ella la quería mucho a mi viejita. Bah como todo el mundo (y más cuando morís) Encaro para el almacén, cruzo la canchita, espero que estos giles no me digan nada, no estoy para berretines. Si la habré desgastado a la bocha en este potrero, puta qué viento, los más grandes me llamaban siempre para su equipo y me decían -Eh gato no te regales eh- pero que pendejos de mierda, mejor ni los miro. Bueno, los más grandes me decían -Metele que vas a llegar negro- Y yo me agrandaba, porque andaba bien. Alternaba entre 6ta y reserva. Encima a la Primera ahora la agarró el tuerto, que me tuvo en novena, octava y séptima. Cómo cambiaron las cosas después que pasó lo de mi vieja. Si, soy el hijo de Esther. No, el más grande doña, Martín, el de 19. ¿Cómo le va? Le puedo sacar un paquete de fideos, de los más baratos deme. La semana que viene le pago todo junto. Si, ya se que la quería mucho. Gracias que tenga buen día, Doña. Uh estos guachos devuelta. Por suerte se la agarraron con aquel. Pla-pla-pla. Siempre tiros al aire, para asustar. Paró de llover y quizás aclare. Llego a casa y ya pongo el agua a calentar, los chicos deben estar por llegar del colegio.




martes, 20 de diciembre de 2016



Los recuerdos mienten de vez en cuando, a veces sólo son inventos, cuentos que algún día quise escribir y no había hoja, ni papel, ni oídos atentos, entonces quedaron desperdigados en neuronas de rincones oscuros. Pero esto juro que lo vi, recuerdo repetir mil veces lo que mis ojos veían para no olvidarlo, prometí no olvidar que fue un febrero de un calor habitual en el noroeste argentino, en el Tucuman que se convierte de valle a sierras secas, donde el verde cede el asiento a los cardones.
Recuerdo también que fue un viaje en el que saqué miedo a cuenta y que lo saldé todo al hacer el primer viaje de pueblo a pueblo, al comprobar que la hospitalidad de la que me hablaron no era sólo suerte del viajero anterior, sino que es la carta de presentación al viajero en cada lugar que visité aquellos días. Entre mates amargos, amargos no por elección sino por escasez de azúcar, mis retinas conservan como un tesoro, el cual hoy pongo en mi testamento para todo aquel que quiera leerlo, la imagen que fue fotografía y poema para mi, en ese presente, y que también fue amor y alegría. Aquel poema que les quiero leer estoy seguro que no dice textualmente así, es una foto con algún que otro filtro a elección del narrador, pero eso no le quita méritos a la experiencia. 
Aquellos 10 segundos en los que transcurrió todo, 10 segundos que se desprendían a cuentagotas de los relojes, el motor de un colectivo, quizás del único del día que pasaba por el frente de esa casa que muy bien no vi, pero sé que estaba sola en por lo menos 500mts y que se refugiaba de su soledad bien al fondo de un patio grande. Decía que el motor del colectivo se detuvo, quizás a la hora de siempre o quizás nunca se detiene en esas coordenadas, un hombre mayor, bolso en una mano y el brazo de una pequeña en el otro, se levanta de su asiento y se acerca lentamente hacia la puerta, haciéndose cargo de una ansiedad que no era suya sino de la niña, que con entusiasmo baja de un salto del ómnibus. Todo sucede en el mismo momento, mientras esa ansiedad recorría la sangre de esa niña, había otra, que con precisión quirúrgica sale a la hora exacta de la casa, cruza el patio mitad corriendo y mitad saltando, creo que tenía dos trenzas (o quizás sea un filtro a la foto) Sus pasos eran seguidos de cerca por una polvareda frenética y un perro viejo que simulaba una sonrisa, mientras su lengua amagaba con caer. Son fotos, no pasaron ni cinco segundos en los que transcurrió todo esto. En los cinco restantes sucede lo siguiente: bajo del colectivo yacen ya el hombre mayor, con paciencia de abuelo, y la primer niña, la viajera. El colectivo ahora actúa de muro que separa dos miradas deseosas de cruzarse, quizás por primera vez. Ya el ómnibus retoma su marcha, arriba de él nadie parece percibir nada de esto. Se ríen, algunos duermen, otros fotografían en sus celulares algún pico muy alto, mientras yo prefiero guardarlo en un recuerdo, detrás de mis ojos, para recuperarlo cada vez que quiera.
Cuando el colectivo deja por fin atrás esa historia, tuve la fortuna de sonreír aliviado por no perderla, la dicha de presenciar la pasión de un encuentro, la ilusión de quién llega y los nervios de quien recibe, los minutos contados para un abrazo y los tantos otros que siempre los esperan, perdidos entre montañas. Imaginé mil finales el resto del viaje, pero ya no importan.

lunes, 18 de julio de 2016

Carta a mis últimos 5 años.

Hace 5 años que bastó un beso para cambiar mi vida.
Una de las frases que elijo para este momento y con la cual quiero armar una idea, un boseto de lo que nos pasa hace 5 años es "Será nuestro premio por no salir corriendo..."
En ese momento en el que empezó todo (si es que se puede delimitar cuándo empezó), en el que nos dimos un beso atragantado hace un tiempo, un beso que siempre estuvo pero esperaba por nosotros, nos hicimos miles de preguntas:  ¿Vale la pena arriesgar una amistad que a los ojos de todos, y de nosotros, está consolidada? ¿Qué ganamos barajando y dando devuelta, cuando las cartas en mano quizás son la mejor mano que nos puede tocar? ¿Y si mejor fingimos amnesia, olvidamos aquel beso que quizás solo fue un cumplido para seguir el camino tal como estaba estipulado? ¿Por qué trazar horizontes nuevos, destinos que no están en la agenda de nadie?
Nuestro premio esta a la vista, no escapamos, jugamos todas las fichas a un número y nos llevamos el pozo mayor, porque el corazón no miente y la cabeza a veces si: te atormenta con prejuicios, inventa finales a historias que aún no comienzan o, peor aún, analiza todas las posibilidades y si de ellas 5 son felicidad plena, una es intrascendente y la última es una cagada, seguro que pese mas ésta; porque la cabeza es media boluda ¿viste?. Se la pasa planeando mientras el tiempo corre, imagina una vida para vivir en el futuro, mientras la vida se consume. El corazón se le caga de risa. El corazón, otra vez, le dice ¿viste la concha de tu madre que yo tenía razón? ¿Por qué no te metes en tus cosas?
Porque es así cuando un corazón dice que sí puede funcionar, pero si dos corazones se animan a darle un boleo en el orto a la cabeza, ahí ya no hay vuelta atrás, con eso no hay nada qué hacer.
No me olvido más: que somos amigos, que "estas seguro?", que "tenemos que pensarlo". Qué carajo hay que pensar?!? Perdón que me ponga agresivo, es que es fácil hablar con el diario del lunes, cinco años después, tirado en mi cama, esperando a que llegue el otro día para verte y disfrutar el rato de vida en el que nos toca estar juntos.
Y no había nada que pensar, al otro día ya no había vuelta atras. Al principio ese mundo nuevo en el que entre era pura curiosidad: Esto que sentimos ahora, el primer mes, el segundo ¿Cuánto dura? ¿Unos meses mas? ¿El primer año? El tiempo fue pasando y la incógnita se repetía pero adaptando la pregunta al tiempo que llevabamos juntos. Pensaba que tanta intensidad, tanto amor al principio, iba a hacernos gastar cartuchos para el resto del tiempo que quedaba, pero todos los días recargamos municiones, que parecen no acabarse nunca.
Con el diario del lunes sé que todo valió la pena, porque no hay nada que vaya a opacar jamás los momentos que me regalaste, desde esas primeras tardes en la plaza promediando el otoño del 2011, hasta el atardecer en Purmamarca. Desde esos adolescentes que fuimos, paseando por un shopping, hasta Nuestro amo juega al esclavo en Tandil. Desde un beso en la vereda de mi casa frente al mural, hasta el abrazo justo en momentos de mierda. Todo valió la pena y lo sorprendente no es el tiempo que hay detrás nuestro, al voltear la cabeza, no. Lo sorprendente es que por delante hay un camino más extenso, lleno de juventud y vejez, de niños y patio grande, de noches estrelladas en Amaicha. Hay un camino, en él esas estrellas van a estar para vos o para mi, las piedras también. Lo importante es que hay un camino y siempre va a ser más fácil compartirlo juntos.
Esta noche, como todas, brindo a tu salud y te brindo mi vida.


lunes, 13 de junio de 2016

Viejito

Estoy ansioso por saberte sin el pucho en la boca o simplemente en la mano por esa puta costumbre que tanto costó, por verte respirar el azul del cielo bonaerense, que en la vereda de casa es aún más brillante. Ansío con las fuerzas de un hijo orgulloso verte jugar a los pases con tu segundo nieto, o tal vez sólo contarle de tus gambetas en algún potrero a fines de los años 60, y que él escuche atento encima de tus rodillas, alimentando sus ilusiones futbolísticas. Pensándolo bien, creo que deberías empezar por contarle qué carajo es un potrero, extintos en los tiempos que corren. Espero fuertemente la hora de que tus pulmones te den tregua y aceptes una de las infinitas invitaciones al monumental, poder subir a tu par los escalones de la Sivori y sentirme un nene en el mejor lugar del mundo. Más de una vez también me ilusioné con que el tiempo no sólo no corra, sino que tire reversa y elija algunos casilleros hacia atrás al azar. Quizás caiga en alguna tarde de sábado en el Suva, vos con una gaseosa de segunda línea en la mano como premio y tu voz dejando escapar un “bien negrito” que hoy entiendo era el premio real. Me pongo un poco impaciente, lo sé. Pero ruego por poder verte andando en bicicleta con Guillermina a tu costado, haciendo carreras pero dejándola ganar, porque no podrías hacer otra cosa. O quizás quiero repetir la imagen del otro día, esa que me interrumpio en medio de un sueño sin sentido. En él estabas vos, mono, Patricio ya grande, una mesa larga y olor a asado. El día no lo sé, pero todo indica que era domingo. Es raro porque el sueño se ubica en un futuro no inmediato, pero en la radio sonaba costafebre, relatando un gol de Sorin o la bruja berti. En un momento, luego de que el relator hiciera un comentario acerca del pibito que iba a debutar, Pablo Aimar, de Río Cuarto, vos viejito hiciste un chiste y todos reímos. Mi vieja también río, ella tenía el pelo blanco como los inviernos de hollywood. Imagínate que desde un mueble, una foto vieja reestrenó una sonrisa que parecía inmóvil, una sonrisa que siempre vi igual (ojo, así como estaba siempre me pareció la mas hermosa) esta vez eligió demostrarme que estaba feliz de ese momento. Yo también lo estaba, no había forma de que no lo estuviera. Entonces, Viejo...me cumplís ese sueño? 

martes, 10 de mayo de 2016

No corras más, tu tiempo es hoy.

La vida no siempre espera, el reloj te convierte en su esclavo y te asfixia de a uno los sueños.
Está en uno interpretar cada tic-tac, cada paso de las agujas, como una oportunidad para ser feliz, sin condicionamientos, lejos de una rutina que funciona como ancla a la conformidad.

miércoles, 6 de abril de 2016

A mi abuela

Me cuentan que tu respirar es cada vez más lento, que querés decir y no podes, que los dolores ya son tu estado natural y que al cerrar los ojos la pasas un poco mejor.
Me cuentan también que cantás con tu hijo menor, qué le pedís a Dios que no te deje sola, que tomás con tímida fuerza la mano de quien se acerca a visitarte, porque eso te hace sentir mas viva, mas de este lado.
Me dicen que tu mirada pierde chispa, que disfrutas de los silencios y que no tenes objetivos más que allá del próximo día.
Me gustaría abuela poder darte otra vez un poco del sol de las 7 de la tarde y un mate para que cebes, pero no tomes, tal como acostumbrabas; te daría una mesa larga de un domingo de octubre o de abril, con un folklore que le da música a las risas y acompañe al humo paciente de la parrilla.
Si pudiera te devolvería la vida de tus nietos, la de tus hermanos y te llevaría al cobijo de tu pueblo, que te vio en la inocencia de una niña y también aprendiendo a ser madre.
Si fuera posible te devolverá las ilusiones pérdidas, los sueños sin cumplir, como esas clases de tango que nunca tomaste.
Te regalaría a tu esposo, el Negro, para que lo putees un rato como solías hacer...y para que lo ames.
Te llevaría a los brazos de tu mamá, para que te sientas protegida y darte la seguridad de que nada malo puede pasarte, pero no puedo. 
¡Qué impotencia no poder hacerlo!
No mereces tanto sufrimiento.
Solo voy a darte mi amor y absorber un poco ese dolor; a Dios le voy a pedir misericordia que él sí puede dartela.
No sufra abuela, ya no.


martes, 5 de abril de 2016

Un hombre muere (y la vida sigue...)



Siete p.m. de una tarde de verano, un poco de sol aún ilumina este costado del mundo; un hombre se refugia del calor casi extinto bajo la sombra de un árbol, el hombre descansa.A su alrededor niños corren detrás de una pelota, sonríen e ignoran que a sus espaldas los ojos de un hombre decide entre parpadeos por este mundo o por aquel.La imagen del hombre dice que está presionando con débil fuerza la correa de un perro, el cual impaciente espera la oportunidad para escapar, sobre su pecho un diario se entrega al viento y transforma sus noticias en hojas sueltas volando por el parque.El hombre respira dejando atrás suspiros pero sin saber cual será el último. Confunde el sueño con la vida, pero los sueños van perdiendo color, corren al ritmo del pulso apagado de ese corazón, el pulso ya es pasado mientras la noche va cayendo y el sol, por fin, ilumina la otra parte del mundo.La mano derecha resignó el deber de sostener la correa y ya no quedan hojas del diario ni nada mas sobre su pecho; a unos metros una pareja se levanta del pasto sin interrumpir el descanso del hombre anónimo.Las últimas gotas de vida van cayendo dentro de una copa casi llena. Tomará unos minutos llenarla a ese ritmo. Las gotas caen confundiéndose con las ya vertidas, sin saber cual sera la ultima, la que decida detener el pulso y terminar con su suerte.La copa por fin dice basta, y en el mismo instante que cae la última gota de vida dentro de ella, una gota es expulsada hacia fuera, para segundos mas tarde estallar contra el piso y ser muerte.El parque casi desierto es testigo de ello y, en un rincon del mismo, un niño juega con un perro mientras un hombre muere. 

viernes, 25 de marzo de 2016

Atardecer en Uquía






Atardecer en uquia, el sol cae detrás de cerros de colores, a mi alcance un ejército de cardones, posados sobre tierras vacías. Hay una iglesia para que recuerdes que tu dios no es el Sol, para que no montes altares a la pachamama, quisieron con armas inhibir tu amor, amor a la tierra, la única santa. Si no amas la tierra podremos sacarte el oro, cercar tus montañas y vender tus cosechas.
Tus casitas de barro son pinturas en sepia; levantadas sobre ruinas invisibles, olvidadas. Enterradas quedaron otras casas, sin cruces a la vista, 500 años de peleas solitarias. Nubes bajitas o suelo muy alto, cerca de lo divino o divinidad terrenal. Uquía se detuvo para siempre en mis ojos y con eso no hay nada que hacer.

martes, 8 de diciembre de 2015

jueves, 19 de noviembre de 2015

Mediopelo

Fracasamos, si en el intento de creernos mejores sacudimos nuestra tierra hacia el costado. Si nuestra mirada tiene el alcance suficiente para interceptar una pantalla, pero no lo que sucede tras ella, en la ventana. Y si esto se debe mas a comodidad que a capacidad, es porque fracasamos.
Fracasamos si el dolor no se hace carne, y buscamos chivos expiatorios para derramar su sangre, porque siempre la de ellos vale menos que la nuestra; o si se se nos cae un poco de odio que rebalsa de nuestras pupilas, y no es llanto ni rebeldía, sino temor que un día esos que odiamos se rían del placer de mirarnos, no desde arriba, pero sí a nuestra misma altura.
¿Y qué más miedo a que aquel sea lo que yo quise ser y no pude?A ustedes, que son distintos y no lo ven, les escribo desde su ignorancia que intentan esconder, pero entre todo ese maquillaje no hay ni un poco de sensibilidad.
Vieron como al subir la escalera están fijando su vista allá arriba? Y mientras el que está abajo les besa los pies (y ya no es gracioso) la desesperación crece, la adrenalina aumenta y quieren llegar lo mas alto posible. Pero no entienden, que cuando estén llegando al final, quien ya está arriba hace tiempo va a patearles la escalera, y
¿con quién les parece que se quedarán?

NEGROS

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Anteúltima noche de diciembre

Entre las voces que apenas distingo creo encontrarte, pero te pierdo entre sirenas y desmayos.
También veo luces, que se desintegran en mil colores antes de llegar a mi mente. 

¿Dónde estarás?

Si solo recuerdo los gritos que luego perdí, tus gritos que luego perdí en el preciso instante en que el reloj no giró mas y la culpa se apoderó de mi alma, ahora en sepia...

Hoy, tiempo después del fuego (eso dicen, pero mis días aún son aquellos), todavía te espero, tomándome la mano entre la multitud, silenciando todos los gritos, encontrándote con mis ojos, esforzándote por no soltarme, por llevarme con vos y rescatarme de este infierno.
A veces, mejor dicho casi siempre, siento un sucio egoísmo de poder sonreír de vez en cuando, o que mi vieja me encuentre cada vez que me busque, y la tuya solo busque y quizas se consuele solo con ver correr a tu único hijo....
Otra vez aparezco en esa noche, en una camilla de pavimento, intentando deshacerme del peso que atormenta mis párpados, para encontrarte al abrir los ojos, pero entiendo que solo voy a encontrarte al cerrarlos.

jueves, 19 de marzo de 2015



En 1492, los nativos descubrieron que eran indios,
  descubrieron que vivían en América,
  descubrieron que estaban desnudos,
  descubrieron que existía el pecado,
  descubrieron que debían obediencia a un rey y a una reina de otro mundo y a un dios de otro cielo,
  y que ese dios había inventado la culpa y el vestido
y había mandado que fuera quemado vivo quien adorara al sol y a la luna y a la tierra y a la lluvia que la moja.

Su majestad Eduardo galeano